
Por qué me dices, Señor, que estás
y no te veo.
Por qué cuando pienso que veo,
me doy cuenta que sigo ciego.
Por qué creo sin creer,
por qué te admiro
y, a la vez,
siento frío.
Y aunque quisiera sentirme libre para amar,
me siento más enjaulado que nunca.
Por todo, alabado seas.
Porque he sentido que no sé llevar a la gente hasta ti,
que no sé dar razón a las interrogantes de tantos,
de los que empiezo a ver como amigos.
Por el rechazo,
por la opresión,
alabado seas.
jm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario